Dos semanas entrenando muy
fuerte. Dos semanas en las que estoy cogiendo un estado de forma como nunca
había tenido. El martes pasado, series de mil, a 3’33” de media. Esto pinta muy
bien. Pero el jueves estuve currando de noche, y el viernes me dolía todo el
cuerpo, por lo visto “he cogido frío”. Por la tarde, ese mismo día, me fui al
parque con Ali. Hacía mucho frío y el viento era muy desagradable. Ella
enseguida se marchó a casa. Hizo muy bien. Yo me quedé con Cristian, trotando y
charlando. Pero los tres últimos kilómetros de mi entrenamiento no fueron nada
bien. Se me subían mucho las pulsaciones y me dolían las piernas, la cabeza, la
espalda…todo. El sábado lo pasé super-abrigado, pero congelado. También con
dolores.
El
domingo amanece nevando. Me duele todo algo menos. Pero yo tengo la moral
intacta, las ganas de correr, por las nubes; y si a eso le unes la compañía de
un buen grupo de laguner@s (incluida mi hija Ali, que corre su primer 10000),
el resultado solo puede ser positivo. Lo dicho: Uti, Floren, Casero, Bienve,
Juanan, Carlos, Ali, Alfonso y yo nos juntamos al café y sin demora, para
Villarta.
La
primera impresión de la organización es muy positiva. Gente en los cruces
cortando carreteras, arco de meta con cronómetro, dorsal con chip, señalización
en el suelo y una enorme sartén para hacer migas. Esto promete.
En
la recogida de dorsal encontramos a Miguel Vera (que será vencedor), también
hay otros paisanos, Ángel y familia, además del amigo Bonilla (mmm qué buena
liebre…). Amigos de Puerto Lápice, Miguel Ángel, Javito (Carrillo), Lorena …
mucha buena gente.
En
casa he preparado dos pares de zapatillas, las K-Swiss viejas y las Adidas
glide. Si llueve, las viejas, si el terreno está seco, las Adidas. Me quito el
chándal y me pongo las glide, hoy pienso dar caña. Caliento en solitario, sin
progresivos ni nada. Me dejo la bufanda tubular puesta, pues me duele algo el
pecho, y antes de darnos cuenta, en primera línea de salida, junto a Vera.
El
pistoletazo es un cohete. Ha resultado divertido ver como algunos empezaban a
correr nada más salir hacia arriba el artefacto, luego se frenan, y vuelven a
arrancar con el ¡PUM!. Y, como en todas y cada una de las carreras populares
del mundo mundial: desbandada. Hala!! Pero dónde váis!!??
Al
principio callejeamos algo por Villarta. Hay algunas calles con ligera
pendiente, pero la peña no se frena, vamos todos muy frescos. Justo en el
primer kilómetro adelanto a Javito. Me fijo en el reloj, que lleva 3’50” en
funcionamiento, pero la distancia no coincide, pita unos metros después. Hasta
el segundo kilómetro adelanto a varios corredores, entre ellos a Bonilla, y a
mí me sobrepasa Toni (Molino Parra, Herencia) como un misil. Según la señal de
la organización, voy todavía al mismo ritmo. Buena señal, me encuentro muy
cómodo, aunque no dejo de pensar que esa comodidad se evaporará más adelante,
en un punto indeterminado entre el 5 y la meta, y será ahí cuando mi veterano
paisano me dé el hachazo.
Al
salir del pueblo subimos un puente para cruzar la autovía, y aquí también dejo
unos metros atrás al amigo Luis Ortiz. Bajamos y nos pegamos a la carretera,
por la vía de servicio. Giro la cabeza y veo a Uti, está muy cerca, me alegro
un montón. Segundos después Floren me grita ¡Eladioooo, Eladioooo! Y yo subo el
pulgar en señal de agradecimiento por sus ánimos.
Ahora
alcanzo a Víctor (Molino Parra) y se pega a mí de inmediato. Tiene la vista un
poco estropeada, así que le voy cantando cada giro del circuito, cosa que me
agradece. Voy tomando referencias con los kilómetros marcados por la
organización, pero el garmin cada vez pita más lejos. Decido no hacerle mucho
caso al gps, pues no es un aparato infalible. Con lo poco que me da de sí el
cerebro, calculo otros 3’50” para el tres.
Tenemos
a Toni muy cerca, justo delante, y antes de llegar al cuarto kilómetro le damos
alcance. Víctor sigue a mi lado y ambos le animamos para que se quede con
nosotros, ya que siempre se va mejor en grupo que en solitario, pero no puede
aguantar nuestro ritmo, se queda unos metros detrás.
Antes del
quinto mil hay un giro a izquierdas. Se ve la cabeza de carrera. Bien, voy a
contar los que van delante: uno, dos, tres…veinte, y yo ¡veintiuno! ¡Es muy
buen puesto, espero aguantarlo hasta el final! Tras el giro sopla un fuerte
viento de cara, y este que os escribe, curtido en mil batallas (jajaja) se pone
detrás del tipo más alto que me precede. Qué alivio. Se nota un montón. Da la
sensación de ir parado. Delante va un corredor con el pelo blanco
(contrincante) y detrás se forma grupo, mal asunto. Doscientos metros haciendo
el trenecito y Eladio que cambia de ritmo y adelanta a tres de golpe. Ha sido
un cambio fuerte, se me han cruzado los cables, lo sé, pero mis piernas daban
más de sí de lo que yo les estaba pidiendo.
Ahora voy el
16. El terreno empieza a cambiar. Se termina la gravilla y nos metemos en
veguilla, algo blanda, vamos, lo que viene siendo jabón. Desde el kilómetro 6
el circuito pasa a ser más tipo cross que otra cosa. Pequeños sube bajas, algún
giro y un pequeño cerro después del 7. Ahora tengo a la vista al 15 de la
general. Tiene pinta de ser también veterano… jo, se me hincha la vena de la
frente y en la subida al cerro doy un acelerón. En cuanto comienza a bajar se
pone la mano en el costado y yo más que correr, voy dando saltos, aprovechando
mi gran zancada para darle caza. Cuando estoy a su lado le pregunto si lleva
flato y me contesta afirmativamente, pero se queda a mi lado, no flojea en
absoluto.
Giramos y nos
ponemos al lado de la autovía. Ahora vuelve a soplar el viento fuerte de cara.
Le digo a mi nuevo acompañante que se ponga detrás, a rebufo, que luego me haga
algún relevo y así nos ayudamos mutuamente. Pero no, yo me he crecido y en esa
parte (que son unos 700 metros) marcando un buen ritmo, por lo que no puede ponerse
delante. Es entonces cuando pienso que las fuerzas siguen conmigo, que el
momento de ir decreciendo no llega, que el último kilómetro va a ser de
infarto. Que se prepare mi colega si quiere llegar delante.
Pasamos por
debajo de la autovía. Instintivamente todos bajamos la cabeza, da la sensación
de que nos daremos un coscorrón con las vigas. Unos giros más y pronto llegamos
a la señal del 9. Sin despedirme de mi acompañante, vuelvo a hacer un cambio de
ritmo. Voy algo desorientado, sé que el puente romano es la parte final, pero
el puente no llega. Van pasando los metros, yo sigo fuerte, pero ni idea de
dónde está el puente. Queda muy poco, el corazón ya está pidiendo paso a la
lengua, pero mis dientes, bien apretados, le dicen que siga bombeando, que ya
se ve el puente hombre!!!
Guijarros
mojados + Adidas glide = precaución. Ni caso, por debajo de 3’50”, no sea que
me lleve una sorpresa.
Hay mucho
público al final, todos gritando y animando, sólo eso te hace llegar a meta sin
que te des cuenta. El crono marca más de 39 minutos. Está claro, el último
kilómetro era de al menos 1200 metros, y yo no iba a 3’50”. No voy demasiado
sofocado. Recojo mi bolsa y sin perder un minuto voy en busca de Ali. La
encuentro sobre el 9 y desde allí voy con ella hasta meta. Su cara es una
mezcla de enorme cansancio y “más enorme” felicidad por haber terminado la
carrera. La mía es de orgullo, orgullo de padre.
Al ir a por su
bolsa vemos las clasificaciones impresas. Antes de mirar la general, hay unos
muchachos viendo los podios. Uno de ellos dice ¿Ropero, quién es ese?; a lo que
contesto, “pues yo, no ves que he sido tercer veterano” jajaja. Menuda alegría.
Luego, mi último acompañante en la carrera me dice que hay un error, que los
premios no son acumulativos y que segundo y tercero de la general son veteranos
… entonces … ¿yo? … ¡pues primero! TOMA YA!!!! La alegría de todos los
laguneros es inmensa y eso se nota en los achuchones que me han dado.
Ahora, a seguir entrenando.
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